El tigre del sur de China, o tigre de Amoy (Panthera tigris amoyensis), es la más amenazada de las seis subespecies del gran felino todavía no extintas. Desde 1994, cuando se cazó el último ejemplar, no se han confirmado nuevos avistamientos en libertad, aunque los vestigios que dejan los últimos supervivientes en los bosques permiten cifrar su población salvaje entre los 10 y los 30 animales. A ellos hay que sumar unos 60 más conservados en parques zoológicos, que descienden de media docena de ejemplares capturados en la naturaleza, así que su futuro no parece nada halagüeño.

Sin embargo, un programa de cría y aclimatación a la vida salvaje iniciado en 2003, que tiene como último objetivo devolverlos a algún ecosistema recuperado en los bosques húmedos del tropical sur y sureste de China, ha logrado ya el nacimiento de dos generaciones de cachorros, hijos y nietos de animales que vivían entre barrotes, que hoy corren y cazan en semi-libertad sobre una sabana vallada de 33.000 hectáreas. Se trata de un éxito alentador que además tiene una particularidad muy especial: los tigres chinos han regresado a la vida salvaje en... Sudáfrica.

El de Amoy es la subespecie más amenazada, con apenas 100 ejemplares 

A diferencia del león, el leopardo o el guepardo, que viven tanto en África como, hoy ya residualmente, en Asia, el tigre moderno (Panthera tigris), el mayor felino del planeta, es un animal únicamente asiático. Sus poblaciones, de unos 100.000 ejemplares entonces, se extendieron hasta principios del siglo XX desde la península de Anatolia hasta el archipiélago indonesio. Entre las subespecies que sobreviven en libertad (las de Bengala, Sumatra, Indochina, Malasia y Amur, en Siberia), apenas suman hoy unos 3.000 ejemplares en libertad, y hay otros 20.000 en cautividad. Los tigres de Java, Bali y el Caspio; desgraciadamente, ya son historia.

Sin embargo, la reserva de Lahou Valley (Valle de los Tigres, según el nombre del animal en chino), entre la provincias del Estado Libre y El Cabo Septentrional, en el centro de Sudáfrica, un territorio de unos 350 kilómetros cuadrados formado por diversas granjas abandonadas en la cuenca del río Orange, con un clima, un paisaje y una fauna y flora muy distintos a los de la China meridional, podría ofrecer otra oportunidad a los tigres de Amoy.

El proyecto de recuperación Save China's Tigers (Salvemos los tigres de China) fue fruto de una iniciativa de Li Quan, una ejecutiva de marcas de moda internacionales como Gucci o Benetton que lo dejó todo para luchar por los tigres del sur de China. Junto a su marido, un acaudalado banquero, crearon sedes del proyecto en Pekín, Hong Kong y Londres y empezaron a recoger donaciones para hacer posible la compra de unos terrenos donde reproducirlos.

Cazar antílopes

¿Por qué en Sudáfrica, en los confines de un continente donde nunca hubo tigres? Porque era imposible encontrar de manera inmediata terrenos adecuados de la superficie requerida (al menos, una treintena de kilómetros cuadrados por animal) en las zonas apropiadas de China. Y porque Sudáfrica cuenta con una dilatada y exitosa experiencia en la recuperación y reintroducción en la naturaleza de especies amenazadas, y en concreto de grandes felinos. El Gobierno chino, famosos como Jackie Chan y grandes compañías como las aerolíneas Cathay Pacific, además de numerosos pequeños padrinos, han contribuido en distinta medida a que el proyecto salga adelante.

En 2003 llegaron a Lahou Valley los dos primeros ejemplares, un joven macho llamado Hope (Esperanza, en inglés) y una joven hembra bautizada como Cathay (el nombre que recibió China de los occidentales tras los viajes de Marco Polo), que sólo habían conocido los pequeños habitáculos del zoo de Shanghai. Otros tres animales del mismo recinto viajaron a Sudáfrica entre 2004 y 2007. En los siguientes años, los cruces entre ellos les permitieron alumbrar a cinco cachorros, de los que sobrevivieron cuatro.

En agosto de 2008, Princess y King Henry eran los dos primeros tigres del sur de China nacidos sin ninguna clase de intervención directa humana y en un entorno natural en décadas. El pasado agosto, Princess dio a luz al primer miembro de la tercera generación, elevando a 15 el número de ejemplares que viven ya en el refugio sudafricano. Allí, los tigres empiezan a valerse por sí mismos, sin recibir alimentación de sus cuidadores, desarrollan sus instintos de supervivencia y cazan ya con soltura presas tan grandes como antílopes.

La pequeña colonia de la reserva sudafricana ha alcanzado ya la tercera generación

Pero todo este esfuerzo carecerá de sentido si los tigres de Amoy nacidos y readaptados a la vida salvaje en tierras africanas no cuentan finalmente con un ecosistema en el sur de China al que regresar. Con la colaboración de las autoridades del país asiático, los impulsores del proyecto han identificado dos posibles áreas susceptibles de convertirse en la Reserva Piloto para el tigre chino, situadas en el territorio de Zixi, en la provincia de Jiangxi, y en Liuyang, en la de Hunan.

Numerosos científicos, y organismos como el WWF, la mayor entidad conservacionista del mundo, han cuestionado la viabilidad del proyecto. Recuerdan que nunca se ha conseguido reintroducir en la naturaleza a un gran felino sólo con ejemplares procedentes de la cautividad, y que el número de animales que han permitido iniciar el proceso, seis, son demasiado pocos para evitar los problemas derivados de la consanguinidad de sus descendientes.

Para Sybille Klenzendorf, responsable del programa de conservación de especies del WWF, los impulsores de Save China's Tigers “están gastando su dinero en el lugar equivocado” y sería mejor destinarlo a salvar a las poblaciones salvajes todavía viables del tigre de Amur, que vive entre el norte de China y Rusia. Judy Mills, de la Coalición Internacional del Tigre, coincide también en que “sería preferible centrar nuestros esfuerzos en tigres que todavía existen en la naturaleza” y advierte del peligro genético por la probable hibridación entre subespecies de los primeros animales conseguidos en los zoos.

Gary Koehler, del Departamento de Pesca y Fauna de Estados Unidos, admite que lo que se está haciendo en Sudáfrica es “un experimento” y que “no existe una garantía” de su éxito, pero afirma que todos los programas pioneros de conservación de especies amenazadas lo son o lo han sido en su momento. Koehler considera que “los esfuerzos para conservar al tigre del sur de China plantean un reto que vale la pena” pese a que “requerirá de estrategias no probadas anteriormente”.