En todas las encuestas, los consumidores españoles aseguran tener cada vez más en cuenta el impacto social y ambiental de sus decisiones a la hora de comprar. Que sus adquisiciones son cada vez más sostenibles. Y que querrían que lo fueran aún más. Pero el precio sigue siendo de manera indiscutible el factor fundamental a tener en cuenta a la hora de consumir.

Esta diferencia entre la intención y la actuación, llamada por los expertos green gap (brecha verde), es una de las principales conclusiones a las que llegó el estudio empresarial El dilema del consumidor en España. Los motores del cambio hacia un nuevo modelo de producción y consumo, fruto del trabajo del grupo Tendencias de Consumo integrado por la consultora Deloitte y las 11 grandes compañías que forman parte del Foro Estilo Sostenible, impulsado por la Fundación Entorno.

Según el estudio, que incorporó encuestas telefónicas a un millar de domicilios, nada menos que el 75% de los consumidores afirman que estarían dispuestos a pagar algo más por un producto que, además de ser funcional, fuera sostenible. Un 32% de los encuestados manifiesta que estaría dispuesto a pagar entre un 10% y un 15% más por adquirir un producto sostenible y casi un 20% dice estaría dispuesto a pagar entre un 6% y un 10% más.

El 32% de los encuestados pagaría hasta un 15% más por un producto 'verde' 

Sin embargo, los factores determinantes en su decisión de compra, admiten los mismos encuestados, son la relación entre la calidad y el precio (4,57 puntos en una escala de o a 5) y, en segundo lugar, la aportación del artículo a la salud (también con 4,57 puntos). El precio quedó relegado en las respuestas al tercer lugar (4,23), por delante de la certificación ambiental (3,86).

En orden descendiente, los siguientes factores valorados fueron la procedencia y el origen (3,77), promociones y descuentos (3,71), etiquetado (3,58), tradición o hábito de consumo (3,40), embalaje (3,22), marca (2,65), novedad (2,44) y el estar de moda (2,14).

“Los ciudadanos están llenos de buenos propósitos para llevar una vida más sana y sostenible. Sin embargo, a la hora de consumir, se deciden por lo más barato y prestan poca atención a los aspectos sostenibles del producto o servicio”, señala la directora gerente de la Fundación Entorno, Cristina García-Orcoyen.

Para ella, está muy claro que la solución pasa por “eliminar la brecha entre el ciudadano aspiracional y el consumidor pragmático” para conseguir que el “consumidor post-crisis” tenga a su alcance alternativas sostenibles de consumo al alcance de su bolsillo.

El estudio concluye que “el consumo sostenible no es aún un factor real de compra entre los consumidores”, pero diversos factores “perfilan este modelo como la única posibilidad a medio plazo”. Porque España no es precisamente un modelo en el terreno de la sostenibilidad. 

Los autores recuerdan que, según el Observatorio de Sostenibilidad, España se halla en el decimonoveno puesto del mundo y el duodécimo de Europa por su huella ecológica, que es de 4,74 hectáreas globales per cápita (la extensión de terreno necesaria para satisfacer las necesidades de cada individuo) mientras que el territorio realmente disponible es tan sólo de 2,4 hectáreas por persona.

Huella hídrica alta

Y también señala que, según datos publicados por el Water Footprint Network de la UNESCO, la huella hídrica de España alcanza los 2.325 metros cúbicos al año per cápita, frente a la media mundial que está en 1.385 metros cúbicos por año y persona, y ello en un país que no anda precisamente sobrado de recursos hídricos y al que los estudios sobre los efectos del cambio climático auguran cada vez menos precipitaciones y periodos más largos de sequía.

El informe destaca que “la actual crisis económica ha creado nuevos comportamientos en los distintos grupos de consumidores, especialmente en España. Los consumidores afectados por la crisis han dejado de comprar lo que “desean” para pasar a comprar lo que “necesitan” perfilando a un comprador más inquisitivo que sopesa las opciones antes de tomar su decisión de compra”.

Y los que no se han visto tan afectados, añade, se han visto “contagiados por la preocupación que les rodea” y se han vuelto “más cautelosos y exigiendo a los bienes y servicios que adquieren un valor diferenciador que justifique su compra”.

En este contexto, y con la incorporación por la UE y los gobiernos nacionales de políticas públicas que empujan en este sentido, se “ponen de manifiesto las tendencias de cambio del actual modelo de producción y consumo hacia uno más sostenible: aquel que considere aspectos de sostenibilidad en toda la cadena de valor, desde el diseño y la selección de las materias primas hasta el uso y reciclado de los bienes adquiridos”.

La relación calidad-precio y la salud son los dos factores de compra más valorados 

“Las empresas que sean capaces de conectar las aspiraciones de las personas con sus necesidades como consumidores, y transformarlas en elecciones de compra más lógicas, sencillas y atractivas en precio, serán las que liderarán el mercado del consumo”, considera García-Orcoyen.

Por otra parte, se indica en las conclusiones del estudio, “parece evidente que la palanca de cambio prioritaria se dibuja a través de la educación, la formación y la concienciación ciudadana, lo que requerirá una implicación total de las administraciones públicas a través de los programas educativos escolares y otras políticas públicas encaminadas a este fin”.

“A través de la educación se inculcarán normas y valores sociales que harán comprender a los consumidores la responsabilidad que cada uno tenemos con la sostenibilidad y tendrán la formación para demandar productos y servicios que cumplan estos requisitos. Al mismo tiempo, los ciudadanos empujarán a los reguladores a comprometerse con la creación de nuevas prácticas y políticas más sostenibles”, argumenta.

El trabajo advierte ante posibles críticas a sus postulados que “no se trata de frenar el crecimiento, sino de promover el progreso económico y social y un alto nivel de empleo en un contexto de desarrollo equilibrado y sostenible”. Y eso no es solamente lo deseable, y lo mejor para el planeta. Es posiblemente la única opción que nos queda.