La contaminación atmosférica causada por las más de 300 grandes centrales eléctricas europeas accionadas todavía por carbón, la mayor parte de ellas ubicadas en la Europa oriental, provoca 22.300 muertes prematuras al año y cuesta a empresas y gobiernos miles de millones de euros a causa de los tratamientos hospitalarios de las enfermedades respiratorias y los días de trabajo perdidos.

Éstas son las impactantes conclusiones de un estudio realizado por expertos del Instituto de Economía Energética de la Universidad de Suttgart (Alemania) y Greenpeace Internacional, que vaticina 2.700 muertes más al año si acaban entrando en funcionamiento el medio centenar de nuevas plantas cuya construcción está prevista.

Según los datos analizados por los investigadores, en países como Rumania, Polonia, Bulgaria o Chequia, el impacto de la contaminación provocada por la quema de carbón origina mayor número de muertes que los accidentes de tráfico.

Polonia es el país de la Unión Europea donde el problema adquiere mayor gravedad. Se estima que las centrales de carbón causaron solamente allí 5.000 fallecimientos prematuros en 2010. Y el Gobierno de Varsovia planea abrir durante los próximos años otra docena de centrales energéticas alimentadas por este combustible fósil.

La quema de carbón en estas instalaciones emite a la atmósfera gases ácidos, hollín y polvo que forman micropartículas que provocan serias afectaciones en el sistema respiratorio y contaminan la sangre. Según Greenpeace, "decenas de miles de kilos de metales tóxicos como mercurio, plomo, arsénico y cadmio son vomitados por las pilas de carbón, contribuyendo al riesgo de cáncer y dañando el desarrollo infantil".

Las partículas emitidas provocan 38.000 ataques al corazón y 550.000 de asma al año en el mundo

La organización ecologista denuncia que cada año se producen en el mundo 38.000 ataques al corazón, 12.000 ingresos hospitalarios y 550.000 ataques de asma como consecuencia de la contaminación que emana de estas plantas energéticas.

Las centrales térmicas de carbón son la mayor fuente de emisiones a la atmósfera de dióxido de carbono (el principal agente causante del cambio climático) creada por el hombre. Una planta ubicada en el lago Martins, en Texas (Estados Unidos) emitió en 2006 más de 21 millones de toneladas de CO2, una volumen mayor que lo que habían contaminado países enteros como Eslovenia, Estonia, Bolivia o Afganistán en 2004.

Además del impacto sobre la salud del efecto invernadero que causa el CO2, la quema de carbón en las centrales térmicas, al emitir dióxido de azufre (SO2) y óxidos de nitrógeno (NOx), inyecta en la atmósfera los principales agentes de la lluvia ácida y del ozono troposférico (smog), que provocan irritación del sistema respiratorio, reducción de la función pulmonar, aumento de las alergias respiratorias y del asma y el empeoramiento de las enfermedades respiratorias crónicas.

Consumo creciente

La lluvia ácida se produce cuando el SO2 y NOx interactúan con el agua, oxígeno y otras sustancias químicas que están en el aire para formar ácido sulfúrico y ácido nítrico. La contaminación de aire, agua o alimentos por esta clase de lluvia es causa de asma, bronquitis, tos e irritación de las mucosas, así como de conjuntivitis y cefaleas. La lluvia ácida disuelve metales tóxicos presentes en el suelo, que pasan a los vegetales, árboles, agua y animales y, a través de la cadena alimentaria, a los seres humanos.

Asimismo, la incineración de carbón envía a la atmósfera pequeñas pero significativas cantidades de arsénico, cadmio, cromo, cobalto, plomo, manganeso, mercurio, níquel, fósforo, benceno, naftaleno y tolueno, todos ellos elementos tóxicos y en algunos casos potencialmente cancerígenos.

Y pese a que los avances tecnológicos han permitido descubrir formas mucho más limpias de generar electricidad, el consumo de carbón a nivel mundial no deja de crecer, gracias en gran medida a las economías emergentes china e india.

La mala calidad del aire resta ocho meses de vida a los europeos, y hasta dos años en algunas zonas

Las 300 grandes plantas de carbón europeas producen la cuarta parte de la electricidad generada en la UE, pero también más del 70% de las emisiones de dióxido de sulfuro causadas por el sector energético en el territorio de los 27 países miembros, y más del 40% de las de óxido de nitrógeno.

La Agencia Europea del Medio Ambiente (EEA, en sus siglas en inglés) ha admitido que más del 90% de la población urbana de la UE está expuesta a niveles de contaminación atmosférica por partículas finas y ozono por encima de lo establecido por la Organización Mundial de la Salud como razonable para la salud humana. Y que, en 2010, el 21% de los habitantes de las ciudades europeas respiraba un aire que superaba los límites diarios más restrictivos establecidos por la misma UE.

De acuerdo con las conclusiones de la EEA, la mala calidad del aire podría estar restando una media de ocho meses de vida al conjunto de los europeos, y hasta dos años a aquellos que residen en las regiones más afectadas por las emisiones contaminantes.

Un informe publicado por la EEA en 2011 identificaba en una lista 10.000 instalaciones industriales de todo el continente causantes de sus elevados niveles de polución ambiental, cuyo impacto ambiental en 2009 cifró en casi 199.000 millones de euros. Entre ellas, las centrales energéticas eran las peor calificadas.

Las energías renovables cubrieron en 2010 el 12,4% del consumo energético en la UE, un 11,7% más que en 2009. El país donde las energías limpias cubre un mayor porcentaje de la demanda es Suecia, con un 47,9% de la producción. Le siguen Letonia, Finlandia y Austria, con porcentajes superiores al 30%.

Los peores datos de 2010 fueron para Malta (0,4%), Luxemburgo (2,8%), el Reino Unido (donde todavía funcionan numerosas centrales de carbón, con sólo un 3,2% de producción sostenible) y los Países Bajos (3,8%). El objetivo de la Unión es que en las energías renovables aporten en 2020 el 20% de las necesidades del continente.