Cerca de un tercio de los alimentos producidos en el planeta para el consumo humano –unos 1.300 millones de toneladas anuales– se pierde o desperdicia, según datos de la Organización de la Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Un cuarto de estos productos alimenticios desaprovechados bastaría para alimentar a los 868 millones de personas que pasan hambre en el mundo y garantizar así la seguridad alimentaria de todos los habitantes de la Tierra.

El valor económico del despilfarro de comida equivale a unos 758.000 millones de euros, que se reparten en 521.000 millones de euros en los países industrializados y 237.000 millones en los países en desarrollo, según los cálculos de la FAO. Pero, además, hay que tener presente en el cálculo del derroche la utilización en vano de recursos para la producción de estos alimentos –como el agua, la energía, la mano de obra– y las emisiones de gases de efecto invernadero que conlleva.

El impacto de la ganadería

Un claro ejemplo de todo ello es el de la ganadería: el 20% de la carne generada no se consume –la mitad, porque los consumidores finales la tiran–, pero para su producción se emplea una ingente cantidad de agua y tierras, y genera 32,6 millones de toneladas de dióxido de carbono anuales, el 51% de las emisiones totales, según el estudio Livestock and Climate Change (Ganado y cambio climático) del Worldwatch Institute..

También se pierde a lo largo de la cadena alimentaria el 20% de los cultivos oleaginosos y productos lácteos, el 30% de los cereales y del pescado y entre un 40% y un 50% de las frutas, hortalizas, raíces y tubérculos cultivados.

En los países ricos se desaprovecha comida por razones estéticas o económicas

Se desaprovecha casi la misma cantidad de alimentos en los países industrializados y en los países en desarrollo: 670 y 630 millones de toneladas respectivamente. Pero las causas en unos y otros son bien diferentes. Mientras en los países ricos el 40% del desperdicio alimentario se produce sobre todo en las últimas etapas de la cadena de suministro, en los países pobres, el 40% de las pérdidas se registra en las primeras fases del proceso productivo.

La FAO establece en el estudio Global food losses and food waste la diferencia entre pérdidas y desperdicios considerando el momento en que se descartan los alimentos. Así, las pérdidas se producen durante la producción, cosecha, elaboración y distribución a causa del funcionamiento deficiente del transporte, las instalaciones, el sistema de refrigeración, etc., y los desperdicios están relacionados esencialmente con malos hábitos de compra y consumo y por una inadecuada gestión y manipulación de la comida. Cada consumidor de Europa y América del Norte desaprovecha de 95 a 115 kilogramos de alimentos al año, mientras que en el África subsahariana y en Asia meridional y sudoriental la cifra es de 6 a 11 kilogramos anuales.

La huella alimentaria

"Quizás uno de los motivos más importantes del desperdicio de alimentos en la fase de consumo en los países ricos es simplemente que la gente puede permitirse desperdiciar comida. La cantidad de alimentos disponibles por persona en tiendas y restaurantes ha aumentado en las últimas décadas, tanto en Estados Unidos como en la Unión Europea", afirma el historiador inglés Tristram Stuart en su obra Despilfarro: el escándalo global de la comida.

Tal y como apunta Stuart, en los países industrializados se desaprovecha comida de manera desmesurada, se descartan productos alimenticios de la cadena agroalimentaria aptos para el consumo humano por razones meramente estéticas, por la proximidad de la fecha de caducidad y por razones económicas. Es por ello que la sensibilización del consumidor, de las industrias y de los comercios minoristas es una pieza clave para frenar el malgasto.

La FAO puso en marcha a principios de año, junto con el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP), la campaña mundial Think.Eat.Save. Reduce your foodprint (Piensa. Come. Ahorra. Reduce tu huella alimentaria), que dispone de un portal en el que difundir información y reflexiones sobre este problema.

Más alimentos, menos desperdicio

El 19 de enero de 2012, el Parlamento Europeo, con la Resolución sobre Cómo evitar el desperdicio de alimentos: estrategias para mejorar la eficiencia de la cadena alimentaria en la Unión Europea, instó a los estados miembros y a los agentes de la cadena agroalimentaria a frenar la cifra anual de pérdidas y desperdicios en el continente, que se sitúa en los 89 millones de toneladas de alimentos, lo que significa 179 kilos por habitante, según la Comisión Europea. Es decir, cada año, entre un 30% y un 50% de comida en buen estado producida o importada por los 27 países de la UE se convierte en residuos.

Europa tira a la basura 179 kilos por persona y año, entre un 30 y un 50% de lo que consume

España, con 7,7 millones de toneladas, es el sexto país que más comida desperdicia de Europa por detrás de Alemania (10,3 toneladas); Países Bajos (9,4 toneladas); Francia (9 toneladas); Polonia (8,9 toneladas) e Italia (8,8 toneladas). El mayor porcentaje de alimentos desechados proviene de los hogares (42%). En particular, los españoles descartan 1,5 millones de toneladas al año: pan, cereales y otros productos de pastelería (19,3%), seguidos de frutas y hortalizas (16,9%) y la leche, yogures, quesos y otros derivados lácteos (13,3%) son lo más desperdiciados, según datos del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente.

Siguiendo las directrices europeas, a principios de abril, el Gobierno español presentó la estrategia Más alimentos, menos desperdicio, con la que pretende reducir a la mitad el despilfarro de comida en 2025.

El Ejecutivo persigue potenciar el papel de los bancos de alimentos y canalizar hacia ellos los excedentes que son todavía aptos para el consumo, pero que se retiran prematuramente de las tiendas por razones de estética o porque queda poco tiempo para que caduquen. Una de las medidas que ya se ha tomado ha sido la de eliminar la fecha de caducidad de los yogures, que ahora mostrarán tan solo una fecha de consumo preferente (un yogur bien conservado podía ser perfectamente saludable meses después de vencer su caducidad).

Por su parte, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) da cuatro consejos prácticos para evitar tirar alimentos: congelarlos, hacer purés (con las patatas y las verduras), recongelar la carne y el pescado cocinados sobrante, y reutilizarlos en diversos platos.