¿Qué tipo de proyectos se desarrollan en el COMAV?
Tenemos dos líneas de trabajo: una tiene que ver con la conservación de variedades tradicionales y la otra busca la mejora genética de las plantas hortícolas. Si tienes unas variedades tradicionales, pero desconoces sus características, no sabes cuál es su valor. Nosotros trabajamos por la valorización.

¿Cómo se le da valor a una hortaliza?
Un ejemplo muy claro es el de la berenjena de Almagro. En esta localidad se cultiva una variedad tradicional para hacer encurtidos. Es una berenjena con muy buena consistencia, pero con muchas espinas y baja productividad. La recogida era costosa, y también la comercialización. En 2004 nos pusimos en contacto con la Indicación Geográfica Protegida Berenjena de Almagro y les ofrecimos ayuda. En Andalucía encontramos variedades muy similares: sin espinas y más productivas, pero con una calidad final peor.

¿Y qué hicieron?
Lo primero, localizar semillas de la auténtica berenjena de Almagro y de su prima hermana andaluza y caracterizarlas. Eso significa definirlas por su forma, ver las diferencias y obtener una huella genética. Luego comparamos la de Almagro con otras variedades y vimos que era un producto único, con un alto contenido en polifenoles. Éstos son antioxidantes y se ha demostrado que bajan el colesterol, previenen enfermedades y son beneficiosos para la salud. No sólo recuperamos una variedad tradicional, sino que mediante mejora genética conseguimos la apariencia deseada.

¿Qué es lo que más demandan las empresas que acuden al COMAV?
La mejora de la calidad funcional de las variedades. Es decir, la calidad nutritiva y nutracéutica (sus efectos beneficiosos para la salud). Una de las cosas que más en boga está es que un alimento no solo te proporcione nutrientes, tales como proteínas, fibra, carbohidratos o aminoácidos, sino compuestos que ayuden a prevenir enfermedades, o incluso tratarlas. Por ejemplo, está demostrado que el pigmento rojo del tomate o la sandía ayuda a prevenir el cáncer de próstata. Trabajamos para que un alimento, además de nutrir, proteja frente a enfermedades, sobretodo las relacionadas con el envejecimiento celular, la diabetes, etc.

Las hortalizas que comemos hoy, ¿son nutricionalmente peores que las de antes?
En el caso de la berenjena se demostró que sí, que las variedades modernas son peores que las antiguas.

¿Eso es extrapolable a otras hortalizas?
Sí. Ha habido una disminución en vitaminas, en micronutrientes, etc. Tenemos las semillas, y cuando las comparamos con las variedades modernas se ve claramente que las hortalizas que comían nuestros antepasados eran mejores.

¿Y a qué se debe esa pérdida de cualidades?
A dos razones. Una es la llamada dilución de nutrientes. Si una tomatera produce 15 o 20 kilos, o en el caso de los tomates de invernadero, hasta 50, es imposible que sean tomates concentrados. Lo que tienen, básicamente, es agua. En otros casos, la pérdida viene dada por la selección que han ido haciendo los propios mejoradores. En el caso de las berenjenas, todos sabemos que su carne se pone negra debido a los polifenoles, que se oxidan muy rápido para proteger a otras moléculas. Antes, a eso no se le daba ninguna importancia, pero la selección ha priorizado que la carne se quede blanca. Nuestro objetivo es buscar, entre las variedades cultivadas y las silvestres, el gen que nos permita aumentar el contenido en polifenoles, pero manteniendo un bajo pardeamiento.

Ha comentado el caso de los tomates... ¿por qué, en general, no saben a nada?
El tomate es un caso especial. Es un fruto climatérico y su maduración la marca una hormona vegetal llamada etileno. Cuando esta hormona alcanza su pico, el tomate pasa, en apenas dos días, de estar duro a estar blando. Las variedades antiguas maduran así. Sin embargo, en el caso de las modernas, se descubrieron unas mutaciones naturales que inhiben esa hormona. Eso significa que no se produce una maduración normal y lo que encontramos en los supermercados es un tomate duro como una piedra, que se puede guardar meses en una cámara frigorífica, enviar a Noruega, permanecer durante semanas fuera de la nevera o en el mostrador de un supermercado... y sigue estando duro.

O sea, que antes que su sabor o su contenido nutricional, lo que prima es que aguante el mayor tiempo posible...
Por supuesto. Tú ponte en el lugar de un gran supermercado. Lo que buscas es un producto que sea lo más uniforme posible, que no te dé problemas, que puedas conservar en la cámara durante dos meses...
Porque si no vendes el producto hoy y mañana lo tienes que tirar, ya no te interesa...

Cuando una empresa encarga al COMAV la mejora genética de una variedad, ¿cuánta importancia se le da conseguir una apariencia perfecta?
Muchísima. Por eso se habla de calidad aparente, que no tiene nada que ver con calidad nutricional. Sin embargo, las casas de semillas están invirtiendo cada vez más recursos en la mejora organoléptica y nutricional. Cada vez ponen más el énfasis en el tema del sabor. A una variedad de cultivo, lo primero que una empresa le pide es producción; después, uniformidad; a continuación, larga vida y ahora, a todo esto, se añade la calidad organoléptica y nutricional.

Entonces, el tomate con sabor a tomate, ¿es patrimonio de la agricultura ecológica?
Yo creo que para comer un buen tomate hay que acudir a un agricultor de la zona, que cultive variedades tradicionales y con métodos tradicionales, con independencia de la certificación.

Cuándo hablamos de mejora vegetal genética, ¿de qué estamos hablando?
Básicamente, de cruces y selección de variedades. Es lo que se ha hecho toda la vida. Lo único que hace la mejora científica es acelerar ese proceso. En lugar de esperar a que sea una abeja, por ejemplo, la que haga el cruce, o a que ocurra una mutación natural, somos nosotros quienes intervenimos para obtener variedades de cultivos con mayor resistencia a enfermedades, mayor calidad nutricional, etc.

¿Es un error confundir mejora genética con transgénicos?
Sí. Los trangénicos son una parte muy específica de la mejora genética vegetal. Ahora mismo, tenemos un grupo trabajando en la introducción de un gen, mediante transgénesis, resistente a la salinidad y la sequía. Pero la mayor parte de nuestra investigación se basa en cruzamientos y selección a partir de los mismos.

¿Cuáles son sus argumentos a favor de los transgénicos?
En una sociedad como la nuestra, con un sistema capitalista, los transgénicos son muy atractivos, porque permiten obtener mucho rendimiento con unos costes menores. Son una herramienta muy potente para modificar el genoma de las plantas y para introducir caracteres prácticamente imposibles hasta ahora y hacerlo de una forma muy rápida y muy eficiente. Por supuesto, como todas las técnicas poderosas, tiene aspectos buenos y malos. El riesgo cero no existe en nada.

¿Y qué piensa de los riesgos para la salud y la biodiversidad agrícola?
Yo hablaría de dos grandes peligros: uno es la concentración de las semillas en manos de unas pocas empresas. Lo que antes era un mercado libre se está conviertiendo en un oligopolio. Otro tema preocupante es el de las patentes. Con las semillas transgénicas desaparece el derecho del mejorador de cruzar variedades. Para hacerlo, hay que pedir permisos, pagar una serie de tasas y, de las nuevas variedades que se obtengan, hay que pagar unos derechos o beneficios al dueño de la patente. Otro peligro que entrañan los transgénicos es que acaben desplazando sistemas más tradicionales con una mejor consideración hacia el medio ambiente.

¿Qué opina de Monsanto, principal productora del herbicida Roundup y del 90% de los organismos genéticamente modificados del mundo?
Monsanto es una gran empresa de biotecnología donde la producción de semillas es una parte menor. Es una empresa, y como tal busca el máximo beneficio. No creo que haya ninguna confabulación de Monsanto para hacerse con el poder en el mundo. Sólo quieren ganar dinero, y cuanto más mejor. Como otras compañías, te venden el pack completo: la semilla resistente al herbicida y el herbicida y además, tienes que venderle tu cosecha a quienes ellos te digan. Al final, el labrador está atado de pies y manos.

En esta lucha entre David y Goliath, ¿cuáles son las armas de los agricultores para conservar el patrimonio de las semillas?
Tienen que buscar un mercado diferente. Hay que pensar más en el consumo de proximidad, en servir un producto fresco, local, producido de forma sostenible, y ofrecer variedades locales, que son las que la gente aprecia. También quiero decir que los agricultores no están sólos en esa lucha. Hay iniciativas públicas como nuestro Banco de Germoplasma.

¿Qué contiene exactamente el Banco de Germoplasma de la Universidad Politécnica de Valencia?
Se trata del mayor banco de cultivos hortícolas de España y uno de los mayores de Europa. Aquí guardamos 14.970 entradas de hortalizas y especies relacionadas, la mayor parte resultado de la península Ibérica, Latinoamérica, África y Asia. El Banco contiene la Base de Datos Central Europea de Cucurbitáceas, con más de 25.000 entradas de 39 instituciones del continente. La colección de tomate y especies relacionadas, con 4.513 entradas, es una de las más importantes del mundo.

¿Cuál es la importancia de las especies relacionadas o silvestres?
Las especies cultivadas son el resultado de la domesticación de la naturaleza. Son parientes de las silvestres, igual que el perro es pariente del lobo. Se pueden cruzar. Digamos que de cada planta silvestre sólo se domestica una parte, de la que se hace una selección. Pero, en el resto, puede haber genes muy interesantes.

¿Qué proceso se sigue para conservar las semillas?
Lo primero que hacemos es reproducirlas y caracterizarlas. Las analizamos para saber si son resistentes a una enfermedad, a un virus, etc. Si están secas, pueden conservarse muy bien durante años. Las guardamos en cámaras frigoríficas, a temperaturas que van desde los -4 a los -20ºC, dentro de tarros herméticos y con un desecante. Es un sistema muy barato de guardar un patrimonio muy valioso, no sólo porque contiene genes muy interesantes para el futuro, sino porque es parte de la cultura de un pueblo, igual que lo es un edificio histórico, un cuadro o una escultura.

¿Quién puede acceder a las variedades que se guardan aquí?
El banco es accesible a todo el mundo. Al labrador o particular que hace una petición limitada, se le dan las semillas gratuitamente. Si se trata de empresas de semillas, entonces sí que cobramos entre 40 y 50 euros por variedad. Muchas las intercambiamos con otros bancos de germoplasma.