Según el Instituto Tecnológico Español del Calzado e Industrias Conexas (Inescop) y el BLC Leather Technology Centre, el centro de investigación de referencia en el tratamiento de pieles, en el año 2015 se consumirán en el mundo 23.000 millones de pares de zapatos. Cuando ya no estén en condiciones de usarse, la gran mayoría irán a vertederos o se incinerarán, causando el consiguiente daño ambiental.

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"No podemos seguir así. Hay que buscar soluciones". La voz de alarma la da Ernesto Segarra, un empresario nacido en Vall d'Uixó (Castellón) en el seno de una familia con una larga tradición zapatera. Su bisabuelo, Silvestre Segarra, fundó a finales del siglo XIX una firma que calzaría al ejército español durante décadas.

En los años 50, la empresa llegó a contar con 5.000 trabajadores y a producir 20.000 pares al día. Era líder en España y una de las más grandes del continente. Pero la crisis económica de los años 70 la dejó mortalmente herida y de poco sirvieron los esfuerzos de la Administración para salvarla convirtiéndola en pública.

Mientras el imperio familiar se hundía, Ernesto Segarra encontró una fórmula mágica y creó la marca Snipe. Para ella, este industrial inquieto y muy concienciado con los problemas medioambientales, ha diseñado el primer calzado del mundo cien por cien compostable.

"Si en vez de ir al vertedero, los zapatos se convierten en abono, servirán para enriquecer la tierra, que está muy necesitada de materia orgánica, sobre todo en el sur de Europa. De ese modo, los humanos tendríamos un comportamiento más acorde con los ciclos de la naturaleza", reflexiona.

El Snipe 100 es un calzado moderno, unisex (con hormas para hombres y mujeres) y con un solo color, oscuro tirando a negro. Empezó a comercializarse hace unos meses y su precio ronda los 150 euros. Tras su buena acogida en Europa, el catálogo se amplió con otros modelos y colores.

 

Tomates abonados con zapatos



Más allá de cuestiones relativas a su calidad, diseño, durabilidad y comodidad, lo que hace único a este calzado, es que cuando se agota su vida útil puede reutilizarse como fertilizante natural. La naturaleza biodegradable de sus materiales, desde la piel curtida en titanio hasta la suela termoplástica, pasando por las punteras, talonera, hilos, plantillas, forros, colas, etc. así lo hace posible.

De hecho, en la presentación mundial del primer modelo, que tuvo lugar en la Feria del Calzado de Düsseldorf (Alemania), el cocinero Tim Mälzer preparó un gazpacho con tomates que habían sido abonados con el compost obtenido reciclando algunos zapatos.

"Si se tiene un compostador familiar, como suele ser frecuente en el centro de Europa, lo que recomendamos es trocear los zapatos, humedecerlos y ponerlos con el resto de productos orgánicos familiares", explica Segarra.

En tres o cuatro meses, los zapatos y los demás residuos se convertirán en abono orgánico que puede usarse para cultivar la tierra. "El compost tiene unas propiedades que no tienen los fertilizantes, que están empobreciendo el suelo" asegura el empresario.

Si no se dispone de este tipo de depósito casero, igualmente hay que partir en pedazos los zapatos e introducirlos en el contenedor de materia orgánica. Otra opción es contactar con Snipe, que se encarga de retirarlos.

 

El industrial ecologista



La aparición del primer calzado biodegrable no puede explicarse sin tener en cuenta la personalidad del hombre que le ha dado vida. "Nací más cerca de la naturaleza que de la ciudad y siempre me ha gustado el campo", proclama Ernesto Segarra a modo de presentación.

Explica que su conciencia ambiental nació en la década de los 70, cuando estudiaba Economía en la Universidad de Valencia: "Era la época de la crisis petrolífera y surgió toda la polémica de los límites del crecimiento, con la publicación del Informe Meadows del Club de Roma. Aquello me interesó y comencé a leer a muchos autores. Soy una persona curiosa e interesada por los problemas de nuestro tiempo. Me atrae entenderlos y ayudar a resolverlos".

Unos años más tarde, mientras trabajaba en la industria familiar, Segarra creó una marca con un logotipo verde. "Snipe es un barco de vela que debe su nombre a un pájaro. En inglés snipe significa becada. Además, la empresa estaba en plena naturaleza".

 

De biodegradables a compostables

 

A principios de los 90, Segarra vislumbró la posibilidad de fabricar el primer zapato 100% biodegradable. "Encontré una piel de curtido vegetal, utilizando sistemas antiguos con extractos de plantas y otros productos naturales", relata. "También descubrí que había látex natural y algodón orgánico. Así, todos los materiales se degradaban", añade.

El nacimiento del zapato que se convierte en abono abre un camino lleno de posibilidades

De esta forma nació Snipe Nature, un zapato realizado con productos no tóxicos que mereció el Premio Innovación de la Generalitat Valenciana en 1994. "Sin embargo, los sistemas de medición de la biodegradabilidad no estaban entonces suficientemente desarrollados, ni la tecnología de los materiales tampoco", apunta este pionero.

Segarra siguió buscando. Hace tres años, después de localizar pieles y suelas biodegradables, retomó el proyecto e invitó a los expertos en gestión de residuos Alfonso del Val y Ramón Plana a incorporarse a su equipo.

"Les propuse que me ayudaran a culminar el Snipe Nature y a conseguir el primer calzado compostable del mundo, abriendo un nuevo camino en la industria de la moda. Un camino que evitaría la insostenible situación actual, con una población creciente y cada vez más consumista", declara.

El ambientalista Alfonso del Val y el biólogo Ramón Plana diseñaron una investigación en tres fases: unas primeras pruebas experimentales en el laboratorio, un ensayo piloto y una tercera verificación en una planta de compostaje industrial.

"Se trataba de comprobar que todos los materiales, que teóricamente eran biodegradables, también eran compostables y podían incorporarse al suelo como humus", argumenta Ramón Plana. "También necesitábamos averiguar cómo afectaba cada pieza al proceso de compostaje", puntualiza.

 

Los primeros tests



De los dos primeros tests, dirigidos por Plana, se encargó el equipo de Biotecnología Ambiental de la Universidad de Vigo. "Mezclamos los materiales que pensábamos que podíamos utilizar y los mezclamos con restos de comida de un restaurante, estiércol de vaca y materia de una depuradora urbana".

Los resultados fueron mejores de lo que se esperaba. "Descubrimos que algunos componentes del calzado actuaban como principios estructurantes, ayudando a crear una matriz porosa por donde puede pasar el aire, algo fundamental en el proceso de compostaje. Eso nos permite reducir y ahorrar la cantidad de estructurante necesaria para transformar los residuos", explica por teléfono a EcoAvant.com el biólogo.

La marca Snipe estudia crear una etiqueta que ayude a identificar el calzado compostable

El segundo examen se llevó a cabo en la Universidad Pública de Navarra. "Juntamos zapatos triturados en una mayor cantidad y estiércoles, y obtuvimos un compost en apariencia normal". A continuación, se realizó una prueba de fertilización en macetas con lechugas y espinacas, comparándolo con los resultados de otros abonos minerales y orgánicos, y se comprobó que tenía las mismas propiedades y cualidades para el suelo y las plantas que los demás.

Finalmente, entre junio y septiembre de 2012, el ciclo se cerró con una prueba industrial de compostaje en la planta de Jorba (Barcelona), del grupo empresarial Tradebe. En un tratamiento a escala real, 60 pares de zapatos se sometieron a un proceso natural de descomposición junto con residuos orgánicos de procedencia urbana.

 

Un primer paso



Para Ramón Plana, el calzado compostable abre un camino lleno de posibilidades: "Hablamos de implicar nuevos productos de consumo en el ciclo de la materia, de reintegrarlos en la naturaleza una vez ha concluido su vida útil, y de hacerlo de forma responsable, ecológica y eficiente".

Bolsos, carteras, maletas y cinturones podrían seguir pronto el ejemplo del Snipe 100. "Es posible que, dentro de unos años, sea obligatorio hacerlo así o se cobre una tasa a quien no lo haga", augura Segarra. "Y también que el coste de los materiales se abarate, con lo que el precio final se reduciría".

Snipe estudia crear en el futuro una etiqueta que ayude a los ciudadanos a identificar fácilmente el calzado compostable. "Existe un certificado de compostabilidad para determinados materiales", aclara Ramón Plana, "pero no puede aplicarse a los zapatos, porque están hechos con múltiples componentes". Por lo menos, a los zapatos actuales. Pero una nueva generación más sostenible está dando sus primeros pasos.