¿En qué consiste su trabajo?

 

Padre: Recogemos los enjambres que se instalan en los jardines y parques de Alcoi y construimos colmenas-refugio para que puedan arrancar de nuevo en el monte y seguir polinizando donde más falta hace. Hoy, la mayoría de apicultores viven para pagar facturas y lo único que impera es hacer miel. A nosotros nos preocupan más las abejas. Cuando yo era joven, bastaban un centenar de colmenas para vivir. Hoy, con 3.000 se pasan apuros. Y se hacen muchas cosas que no deberían hacerse y las abejas sufren. Deberíamos crear una escuela de apicultura medioambiental
y recuperar la cultura apícola de nuestros antepasados, que eran mucho más respetuosos con las abejas que nosotros.

Hijo: A medida que los apicultores se profesionalizan acumulan más y más colmenas. Unos pocos titulares concentran casi toda la producción. Cuando el apicultor se retira o muere, estas colmenas humanizadas y dependientes se pierden. Nosotros queremos recuperarlas y que las sierras vuelvan a estar llenas de abejas silvestres. Construimos estaciones polinizadoras, huecos hábiles donde las abejas pueden anidar sin ninguna intención de sacarles la miel, simplemente por el bien de la polinización.

¿No explotan de ningún modo las colmenas?

 

Hijo: Hasta hace un par de años no manipulábamos en absoluto ninguna colmena. Mi padre, que es quien construye las colmenas de paja que imitan el tronco de un árbol, las hizo completamente cerradas para que no fueran manipulables ni explotables y sirvieran esencialmente como refugio y nido. Sin embargo, con la crisis nos hemos quedado sin recursos y para mantener esta iniciativa hemos decidido implicar a los consumidores. Ahora contamos con un modelo de colmena mixto, en el que prevalece la salud y el bienestar de la abeja pero al mismo tiempo le pedimos que nos ayude. A cambio de una cuota anual de 15 euros, los miembros de la Asociación al Servicio de la Polinización Forestal (ASAF) reciben dos kilos de
miel, una de primavera y otra de otoño.

Padre: A las nuevas colmenas las llamamos rascasuelos. Las colgamos del aire para protegerlas de los depredadores terrestres y, cuando están llenas de miel, les añadimos un nuevo módulo. Cuando esto ocurre, en los enjambres silvestres, las abejas se dedican a reposar, a desparasitarse (algo que no pueden hacer en las colonias de explotación) y a limpiar las celdas. Nosotros no las expulsamos. Les damos un nuevo piso por debajo y retiramos el primero. Hemos conseguido que la colmena pueda progresar gracias a un tipo de cabezal muy fino que aguanta los paneles sin marcar una separación entre el nido de cría y la cámara de miel.

¿Qué es y dónde se ubica una estación polinizadora?

 

Padre: Consta de seis colmenas elevadas. En mis observaciones descubrí que, muchas veces, viajan juntos hasta cinco o seis enjambres. Cuando las abejas y la reina llegan a un sitio y quieren instalarse, si no hay espacio suficiente empiezan a pelearse y muchas mueren. Por eso decidimos que fueran seis colmenas. Siempre las instalamos en espacios naturales protegidos. Los guardas forestales nos indican donde hay vestigios de que hubo un colmenar. Tratamos de repoblar la zona, para que sirva de puente, o de estación en la ruta de un enjambre. Donde ha habido una población de abejas hay biodiversidad.

Hijo: Solemos visitar las estaciones cada 15 días para limpiar los residuos que se acumulan. Todas incorporan una bandeja en la base que es como el cubo de la basura. Al examinarla podemos saber qué esta pasando dentro de la colmena: si necesitan que las ayudemos con la alimentación, si están criando (hay mucha cantidad de cera)... Pero tratamos de intervenir lo menos posible.

¿No intervenir es mejor?

 

Padre: El mejor trato que se le puede dar a las colmenas es no tratarlas. Mirarlas mucho y tocarlas poco. La trashumancia –mover las colmenas de una sierra a otra para aprovechar floraciones monoflorales– es algo totalmente desaconsejable, ya que favorece a unas especies florales en detrimento de otras y de la biodiversidad. Además, las colmenas tienen que permanecer en el mismo sitio para que las abejas aprendan a reconocer el terreno. Hay que darles tiempo para que averigüen donde esconderse cuando hay demasiado calor, cuando hay algún peligro, cuando estalla
un fuego...

Hijo: Las abejas silvestres tienen otra cultura, porque no están acostumbradas a que se les dé todo el trabajo hecho. Si se nos muere una colmena en invierno, lo pasamos mal y tratamos de entender la causa y repararla. Nuestro triunfo es que un enjambre logre sobrevivir a la estación más dura. Los que se perpetúan son los que saben hacer coincidir el final de las reservas de miel con el inicio de la primavera.

¿Cómo se despertó su interés por las abejas como polinizadoras?

 

Padre: Yo vivía de vender miel, pero de tanto manejar colmenas sufrí una lesión en la columna vertebral. Me dieron por inútil y con la pensión decidí que dedicaría mi tiempo a mejorar en todo lo posible su condición de vida. Todo el mundo me decía: "A las colmenas hay que sacarles la miel, porque si no las abejas se hacen perezosas y no trabajan". Yo en cambio decidí no tocarlas. Me compré un bloc de notas, unos prismáticos y me dediqué a estudiarlas. Y resulta que nada era como me lo habían explicado. Todo era diferente. Y comencé a apasionarme.

Hijo: Siempre he acompañado a mi padre, igual que hoy lo hace mi hijo, primero cuando tenía colmenas y luego cuando desde el Ayuntamiento de Alcoi le llamaban para que retirara algún enjambre que anidaba en la ciudad y causaba alarma social. Pero fue en 2006 cuando me di cuenta de que había suficiente sensibilidad para poner en marcha la iniciativa NIP de Estaciones Polinizadoras y la Asociación al Servicio de la Polinización Forestal (ASAF). El negocio funcionó bien hasta el 2010, pero la crisis está siendo muy dura.

¿Qué ingresos o ayudas reciben por su trabajo?

 

Hijo: Durante años contamos con ayudas de la Administración Pública, sobre todo del Departamento de Medio Ambiente de la Generalitat Valenciana y la Diputación de Alicante. Seguimos recibiendo una subvención del Ayuntamiento de Alcoi, pero cada año hay más recortes, sobre todo para el mantenimiento de las estaciones instaladas (57 en todo el territorio español, 30 de ellas en la provincia de Alicante). Seguimos cuidándolas, pero sin cobrar. No las vamos a dejar morir.

Padre: Somos una especie de voluntariado. Quizás algún día, algún ministerio reconozca nuestra función. Somos guardianes del hábitat y trabajamos por el medio ambiente, pero nuestra actividad económica no es rentable. Apenas nos da para pagar los gastos. Todo el proyecto es autofinanciado. Me queda, eso sí, la satisfacción de hacerlo.

¿Qué descubrió en sus años como cómplice privilegiado de la naturaleza, analizando el comportamiento de las abejas en las sierras de Alcoi?

 

Padre: Que estaba equivocado en casi todo. Descubrí, por ejemplo, que la miel hacía la función de masa térmica. Los panales son como ladrillos que mantienen la temperatura dentro de la colmena, para que ésta no pase frío ni calor. Así que lo peor que puedes hacerle a una colmena en verano es quitarle la miel, porque la dejas sin esa capacidad reguladora. En realidad, las abejas nos regalan la miel. No hace falta robársela. Si hay un buen clima y pueden salir a recogerla, las abejas prefieren buscar otro lugar para hacer nuevos panales. Para ellas eso es como una fiesta. También descubrí lo que yo llamo la esencia milenaria.

¿Qué es?

 

Padre: Es estiércol de la polilla Galleria mellonella. Me costó años de observación y experimentos descubrir que eso es lo que atrae a los enjambres. Cuando un enjambre abandona la colmena, los panales se apolillan. Primero se apolilla el polen, luego la cera, luego la carroña, luego el excremento. Queda un residuo final muy aromático que atrae a las abejas exploradoras. Y viene del excremento de una polilla que siempre fue considerada el enemigo natural de las abejas. Pero, en realidad, trabajan en perfecta simbiosis.

Hijo: Nosotros nos adelantamos a la polilla. Disponemos de un criadero y, cuando construimos una colmena, lo primero que ponemos en ella es esa esencia. Luego la colocamos en un lugar soleado, y las abejas van y la huelen. Se ponen contentísimas. Se revuelcan, vuelven a la colmena y se dejan oler. Durante días recorren e inspeccionan la nueva colmena, la guardan, la defienden y en unas semanas llega el enjambre y la ocupa.

¿Cómo se le ocurrió hacer estas colmenas artesanales?

 

Padre: Un día, hace muchos años, visité el parque de la Font Roja y me pareció que había demasiado silencio. Hablé con el director y le dije que la sierra estaba muriéndose porque no había abejas. "Aquí faltan insectos polinizadores", le dije. Para que vengan enjambres, hacen falta árboles con el tronco grueso, para que los pájaros los puedan agujerear y, después de que los abandonen, puedan ser ocupados por las abejas. Así fue como empecé a confeccionar estas colmenas-refugio, con cerrillo (Hyparrhenia hirta). Me lleva una semana construir una.

¿Cree que la sociedad es consciente de la labor que desempeñan las abejas?

 

Padre: Todos los apicultores sabemos que las abejas son fundamentales para la biodiversidad y que su función polinizadora es muy importante. Las necesitamos para obtener excedentes variados de semillas todo el año, vitales para la flora, el suelo y como fuente de alimento para el resto de la fauna. La clave es dónde queremos que polinicen.

Ahora la polinización es abusiva en unos sitios y nula en otros. Claro que hay mieles que no son para el paladar, pero todas las plantas son hijas de la naturaleza y todas merecen ser polinizadas, desde la ruda a la alfalfa. Nosotros no discriminamos a ninguna especie, y menos aún porque su precio en el mercado sea muy bajo. Nuestra miel es miel de la Sierra de Mariola, de la Sierra de Aitana, sin especificar plantas.

¿Usted ya no prueba la miel?

 

Padre: No, estoy empachado. Y muy en contra de las mieles monoflorales. A la larga acaban con la biodiversidad y eso es una catástrofe para la fauna y la flora. Si un año tras otro llevas colmenas al mismo lugar, donde antes había romero, tomillo, espliego, al final sólo hay romero o tomillo. Cuando viene un incendio, las llamas lo devoran todo muy deprisa. En cambio, si hay variedad de especies, el monte está mucho más protegido.

¿Es cierto que las abejas ayudan a que la zona que ha sufrido un incendio se recupere antes?

 

Padre: A ningún apicultor le interesa dejar sus colmenas en un monte que se ha quemado, porque no va a conseguir ningún beneficio. Sin embargo, allí es donde las abejas hacen más falta, para que polinicen las flores que siguen naciendo en esa tierra que ahora es más fértil. Esto no es rentable para el apicultor pero sí para el medio ambiente, y la Administración debería implicarse.

¿Por qué están despareciendo las abejas? ¿Cuál cree que es la causa del conocido como Síndrome del Colapso de las Colonias y la pérdida de millones de obreras en todo el mundo?

 

Padre: Las abejas desaparecen porque las maltratamos. Ellas se orientan mucho por las ondas magnéticas de la tierra y ahora tenemos demasiadas antenas de telefonía móvil. Las últimas colmenas que estamos haciendo las hemos pintado de color fosforescente para que puedan reconocerlas de lejos, porque se despistan muy fácilmente. De todas formas, las nuestras no desaparecen. La mayoría de enjambres logran perpetuarse.

Hijo: Creo que la principal razón es el uso de insecticidas neonicotinoides en la agricultura. Llevan un compuesto neurotóxico para las abejas que las desorienta y les hace perder la memoria. No saben regresar a la colmena. Están como borrachas y se vuelven una presa muy fácil para los depredadores. Por supuesto, las grandes multinacionales que venden estos productos siguen negando que haya pruebas concluyentes sobre el tema, pero muchos estudios apuntan en esa dirección.