El futuro del planeta pasa también por el retrete. La correcta eliminación de los residuos fisiológicos humanos tiene una enorme incidencia en la salud de las poblaciones y de los ecosistemas en los que habitan. Incluso existe un Día Mundial del Inodoro que se celebra cada 19 de noviembre para concienciar sobre la necesidad de garantizar el acceso al mismo a todo el orbe.

"Ningún invento ha salvado en los últimos 200 años más vidas que el inodoro", afirmaba Sylvia Mathews Burwell, presidenta de la Fundación Desarrollo Global, en AfricaSan, conferencia sobre sanidad e higiene en el continente celebrada en 2011 en Kigali (Ruanda). Tras estas palabras pidió a los donantes internacionales reunidos un esfuerzo para dotar de sanitarios decentes al mundo pobre.

Unos 2.600 millones de personas carecen de ellos. Dos tercios de la población mundial comparten improvisadas letrinas o evacuan en espacios abiertos (caso de uno de cada siete habitantes del planeta, 1.000 millones de personas). La Organización de las Naciones Unidas (ONU) estima que esta carencia es la responsable de la mitad de las hospitalizaciones en el mundo en desarrollo. Alrededor de un millón y medio de niños mueren cada año por diarrea. Unos retretes en condiciones pondrían fin a la sangría.

Y en los lugares donde se puede disponer de inodoros convencionales, éstos consumen una cantidad de agua inasumible en muchas regiones secas o faltas de infraestructuras. Se calcula que una persona usa el aparato una media de siete veces al día, y que en cada una de ellas la cisterna descarga 10 litros de agua para limpiar la taza.

Ha destinado 300 millones de euros a la búsqueda del 'retrete' del futuro

Por otra parte, el coste medio de la instalación, de unos 800 euros, resulta igualmente prohibitivo para la mayor parte de la humanidad. Y los residuos del 80% de los humanos suelen terminar sin tratar en los ríos u otras corrientes de agua, que resultan contaminadas.

La Fundación Bill y Melinda Gates acudió a la llamada: ha destinado 300 millones de euros a la búsqueda del retrete del futuro. La entidad creada por el fundador de Microsoft –y uno de los hombres más ricos del globo– organizó la semana pasada en Seattle (Washington, noroeste de Estados Unidos) la feria Reinventar el inodoro, en la que se presentaron 28 prototipos más asequibles, fáciles de instalar y ecológicos.

Los proyectos presentados debían funcionar sin agua ni electricidad y disponer de algún tipo de dispositivo que no sólo evitara la dispersión de los residuos por el medio ambiente, sino que los aprovechara para producir electricidad o abonos para la agricultura, y reciclara las aguas grises para usarlas en el riego. Además, su uso debía costar menos de cuatro céntimos de euro al día. El reto tenía un sustancioso aliciente: 81.000 euros de premio para el modelo elegido.

El ganador fue un diseño del Instituto de Tecnología de California (Estados Unidos) alimentado por energía solar y capaz de generar hidrógeno y electricidad. Otras propuestas usaban microondas para generar energía eléctrica a partir de las heces, las transformaban en carbón vegetal o usaban la propia orina vertida para limpiar la taza.

Pero sin duda la más sorprendente fue la presentada por investigadores del Instituto de Medicina Tropical de Londres (Reino Unido), que procesa los residuos por medio de larvas de mosca soldado negra (Hermetia illucens) y los convierte en alimentos ecológicos para animales. El aparato está siendo ya probado en Ciudad del Cabo (Sudáfrica) –donde el problema sanitario en los inmensos barrios de chabolas es acuciante– y sus inventores han recibido peticiones de información desde Haití, Sudán, Kenia y Ghana.

La carencia de aseos en la India

El problema de la falta de inodoros en las viviendas de más de la mitad de los 1.200 millones de habitantes de la India (y de dos tercios en las zonas rurales) podría sin embargo tener razones de tipo cultural, según diversos estudios con los que ha trabajado la Oficina de Desarrollo Humano del país asiático.

La organización ha creado incluso un museo del lavabo en Nueva Delhi

La entidad social Sulabh International –que opera con 50.000 voluntarios – desarrolla allí proyectos de baños comunitarios con calefacción en los que el agua sucia se depura y recicla. Algunos de sus inodoros cuestan entre 15 y 70 euros. La organización ha creado incluso un museo del lavabo en Nueva Delhi.

Su fundador, Bindeshwar Pathak, un sociólogo con inquietudes inventoras, se llevó el premio de la Semana Mundial del Agua de Estocolmo 2009 con un diseño basado en dos pozos que ahorra líquido y evita la contaminación de los recursos hídricos. El dispositivo emplea sólo 1,5 litros de agua en cada descarga y los residuos acumulados pueden convertirse en abono.

Sulabh International gestiona el que probablemente sea el lavabo público más grande del mundo, en la ciudad de Shirdi, en el estado de Maharastra (India occidental). Dispone de 20 aseos, 120 cabinas de baño, 28 lavabos especiales, seis vestuarios, largas hileras de urinarios y 5.000 taquillas, todo ello climatizado gracias al biogás procedente de los residuos y rodeado de una amplia zona verde irrigada con aguas recicladas. El recinto puede recibir a 30.000 personas al día.

La imaginación aplicada a los retretes

La inventiva en el terreno del inodoro parece no tener fin. La estadounidense Virginia Gardiner ha diseñado una taza construida con estiércol de caballo. Las heces caen en una bolsa de material biodegradable. Al accionar una palanca, los desechos pasan a un compartimento ubicado en la parte inferior que se sella completamente, evitando el paso de gases y olores. Posteriormente, el paquete se extrae y se lleva a una planta para producir gas para cocinar.

Otro modelo ecológico es el desarrollado por la empresa australiana Caroma. El aparato, ya comercializado, incorpora el lavamanos al retrete: el agua que se utiliza para lavarse va a parar directamente a la cisterna de la taza. El mecanismo permite ahorrar un 74% de agua y también economizar espacio en los cuartos de baño de pequeñas dimensiones, ya que no hace falta colocar en ellos un lavabo además del retrete.

Todas estas innovaciones buscan ahorrar agua, favorecer el reciclaje de residuos orgánicos, reducir la contaminación de los ríos y hacer más asequible el acceso a un aseo apropiado para una necesidad fisiológica ineludible a la que destinamos tan buena parte de nuestras vidas que incluso Gabriel García Márquez confesó en su autobiografía haber leído entero El Quijote con los pantalones en los tobillos.